domingo, 8 de febrero de 2009

Las nuevas tendencias nacionalistas

Lo cierto es que hablar de nacionalismo en España, hoy por hoy, es hablar de ruptura y es hablar de radicalidad. Ruptura porque el denominador común de la mayoría de partidos nacionalistas es su deseo de separarse del conjunto del estado español, y radicalidad porque han extremado sus posicionamientos hasta rebasar con creces lo permisivo y lo permisible.

Hasta la fecha, los partidos nacionalistas se habían limitado a solicitar mayores cuotas de autonomía, con más capacidad sobre aspectos específicos como educación, fiscalidad o empleo entre otras, satisfaciéndose con una asunción de competencias que les ha dado una tremenda capacidad para gestionar múltiples recursos; eso sí, volviendo siempre la vista al gobierno central cuando alguno de los aspectos que han tratado de gestionar… no funcionaba.

Hasta la fecha, habían desarrollado políticas que les permitían convivir con nuestro actual modelo de las autonomías en auténtica sintonía, dentro de la variedad que cada comunidad representa pero convergentes en la españolidad de las mismas. Modelo que ha dotado a las comunidades autónomas de una gran capacidad de auto-gobierno, muy por encima de otros casos en el contexto político europeo como puedan ser los “Landers” alemanes o los “Cantones” suizos.

Sin embargo, la tendencia de los nacionalismos ha cambiado de forma vertiginosa. Sus pretensiones hoy han ido más allá, se amparan en la endogamia y en las singularidades autonómicas para utilizar lo español y nuestros elementos de identidad comunes como arma arrojadiza, enarbolando discursos excluyentes con todo lo procedente de fuera de la comunidad, achacando los males de la misma al conjunto del estado y transmitiendo un discurso anti-español, en el que se presenta al ciudadano una España opresora y opresiva que limita su libertad, lo cual, aparte de cruel es incierto.

Utilizan el lenguaje como parte de su propaganda política: el núcleo principal de las reivindicaciones rota en torno a su derecho al uso de la lengua como elemento de identidad, no desde la perspectiva de la libertad de elección, sino desde la imposición, desde el autoritarismo que algunos partidos independistas han adquirido a través de las instituciones, pervirtiendo fórmulas democráticas para aplicar y actuar bajo fórmulas poco democráticas y que en nada favorecen la libertad individual.

Condicionan la educación de los jóvenes reescribiendo la historia a su antojo y medida, alterando el desarrollo de los acontecimientos y tratando de dibujar una España irreal, inhóspita, intolerante y absorvente para con ellos… hablan de tendencias mayoritarias, de una comunión total con el pueblo, de la necesidad de gobiernos de izquierdas, socialistas…pero lo cierto es que ellos mismos saben de su inconsistencia y debilidad, se encuentran sustentados en la mayoría de los casos por el gobierno central que, a todas éstas, debería proponerse como un deber irrenunciable la defensa de la unidad de España ante la creciente agresividad y amenazas nacionalistas.

Con las políticas nacionalistas que se aplica en algunas comunidades autónomas se corren riesgos también de carácter socio-económico. Al riesgo de la ruptura social y la división interna se une el riesgo probado de la deslocalización del tejido empresarial como ya estamos viendo…las cargas impositivas, las obligaciones lingüísticas, la censura en las comunicaciones, la respuesta de la sociedad a las actuaciones de las comunidades autónomas afectadas ponen en cierto peligro su estabilidad económica. Parece que ninguno recuerda los tiempos en que ciudadanos de todos los rincones del país acudían a las zonas industriales a trabajar sin trabas de ningún tipo.

Pero no sólo el modelo socio-económico de estas regiones está en peligro con las tesis que estos partidos nacionalistas nos quieren imponer; van más allá, atentan y persiguen a otros partidos tratando de aislarlos del panorama político de su ámbito de actuación, con el claro objetivo de erradicar cualquier obstáculo que les impida la consecución de sus fines; documentos como el pacto del “Tinell” son buena prueba de ello, convertidos en uno de los mayores atentados a la democracia y a la libertad de la España contemporánea.

La manipulación mediática está presente de manera constante en el seno de las nuevas tendencias nacionalistas, la creación de consejos audiovisuales que han devuelto la figura de la censura a España propia de otras épocas nada deseables, el acceso y control de los distintos medios de comunicación y la presión que ejercen ante la opinión pública por diversas vías, son algunos de los ejemplos más notorios de la manipulación mediática, que persigue la creación de corrientes de opinión afines a estos nacionalismos radicales y la erradicación de toda crítica contraria a sus intereses.

Como colofón, todas estas intenciones se articulan, con todo tipo de triquiñuelas, en la creación y justificación nuevos modelos constitucionales que pretenden encajar dentro de nuestra propia constitución, bajo el manto de los nuevos estatutos de autonomía, que no son sino el primer paso de algo más… tratan de elevar la condición de la autonomía al nivel del estado español, en un tú a tú envuelto en retórica, demagogia y grandes dosis de confusión recubiertos de verbo fácil, por contra del verdadero espíritu de nuestro Estado de las Autonomías, basado en el reconocimiento de la pluralidad de España pero también en la igualdad de derechos y la solidaridad entre territorios y personas.

Los nacionalismos radicales de hoy juegan al funambulismo político, se pasean por la cuerda floja de un lado a otro, jugando entre sus manos con los pilares básicos de nuestra sociedad. Todo, con el consentimiento del gobierno, que si nadie lo remedia, pasará a la historia como el más débil de nuestra democracia, el gobierno que dejó moribunda a España ante las veleidades nacionalistas, que dio oxígeno a un empoltronado Zapatero, capaz de mirar a otro lado con tal de no abandonar las comodidades de su condición de Presidente del Gobierno de España.